



Pueblo peatonal
El Bosque no es un paisaje más en La Cumbrecita; es el medio natural en el que el pueblo está inmerso. Robles, abedules, cedros, cipreses, álamos, almendros; el listado de especies que lo componen es inmenso.
En ese escenario aparecen las construcciones de estilo alpino, las flores al costado de los senderos, las enredaderas que cubren los muros, las ardillas, los hongos silvestres… Si, así como suena; todo parece salido de un cuento.
Es difícil imaginar que hace unos setenta años el paisaje era muy diferente; a) no existía ninguna construcción, b) prácticamente no había árboles. La Cumbrecita es un pueblo construido literalmente sobre la roca. Es decir, el bosque nació del vivero que instalaron precariamente los primeros habitantes. – “Entonces, todas las plantas de La Cumbrecita fueron sembradas una a una?” Bueno, tampoco exagere. Con el correr de los años, los árboles de gran porte generaron las condiciones necesarias para que otras especies nacieran a sus pies. El viento desparramó semillas, las raíces se fueron extendiendo y el tiempo hizo el resto. Súmele a ese bosque un puñado de construcciones alpinas (ya sabe; techos a dos aguas, ventanas estilo Heidi, macetas con flores).
Ahora añada arroyos cruzando por todas partes, hoteles y restoranes. Bueno, hay que decirlo; La Cumbrecita es uno de los destinos más originales y pintorescos de Córdoba, y esto se debe a que cada elemento que la integra ayuda a componer una misma identidad.
Cada destino debe tener una mística, un cuento que contar. En La Cumbrecita, ese cuento empieza desde el primer momento; uno accede por una larga bajada empedrada desde donde se ven los tejados, el bosque y el fondo imponente de las sierras. Postal uno.A menos que nos alojemos allí, está prohibido ingresar con el auto dentro del pueblo. Resultado: Hay que bajarse, caminar, cruzar el puente y recorrerlo a pie.
Los primeros metros del circuito albergan la segunda postal; tres construcciones bien típicas y con ornamentaciones centroeuropeas se alzan al costado del camino. Listo. A partir de ahí, lo que uno hace (quizás sin saberlo) es estar alerta ante un nuevo elemento que aparezca para reforzar esa identidad de “cuento del bosque”. El secreto de La Cumbrecita es que esa búsqueda se concreta todo el tiempo.
Hay flores al costado del camino, chimeneas humeantes, barcitos de manteles cuadrillé, escaleras de piedra y raíces emergiendo del suelo. Bueno, vamos a lo importante; qué hacer en La Cumbrecita? La mejor opción siempre es reservar alguna habitación (hay muy buenas suites) para poder recorrerlo tranquilo durante, por ejemplo, un fin de semana. De todas maneras, también puede visitarse durante el día, teniendo la previsión de llegar temprano para poder, al menos, cumplir con el recorrido principal.