


Alejarse de lo superfluo
Cafayate, (pueblo que lo tiene todo, en lengua Kakána Diaguita) ocupa el extremo sur de la Provincia de Salta.
Cafayate tiene un microclima muy especial para la producción vitivinícola, su gran amplitud térmica hace que no sea necesario el uso de agroquímicos y se logre una producción de vinos genuina y orgánica. El pueblo es tranquilo y apacible, conocer sus calles y disfrutar de la amabilidad de sus pobladores, es una experiencia totalmente agradable. Frente a la plaza principal está la Catedral Nuestra Señora del Rosario, construida a finales del siglo XIX por el catalán Pedro Coll. El templo presenta dos curiosidades, una es que la imagen de la Virgen del Rosario está sentada; la otra, las cinco alas originales del edificio (una estructura muy poco frecuente en iglesias de América Latina). Muy cerca de allí (en Cafayate todo queda “muy cerca de allí”), se encuentra el mercado de artesanías, donde familias del lugar exhiben piezas de cerámica, tapices, mantas, ponchos y cestos. En muchos casos están realizados con las técnicas heredadas de las culturas aborígenes que habitaron el lugar. También son destacables el pintoresco Molino de Piedra y los Museos del Vino y el Arqueológico (donde está prohibido tomar fotos).
Cafayate se puede recorrer tranquilamente a pié o en bicicleta. Recomendamos encontrar la heladería artesanal que tiene entre sus sabores el singular helado de vino, y buscar la platería Barraco, para admirar sus piezas y traer de recuerdo.
El legado diaguita de esta región se plasma en pinturas rupestres en varios sitios como El Divisadero (al sudeste), y las Cavernas de San Isidro (hacia el oeste). No dejar de tenerlas en cuenta en el itinerario.
Continuando por la ruta 40, muy cerca de Cafayate se pueden visitar otros pueblitos como San Carlos, Angastaco, Molinos, Animaná, Cachi y Chicaoana. También podemos darnos una vuelta por las ruinas de los nativos Quilmes, o disfrutar de las imponentes cascadas del río Colorado o del Cerro Santa Teresita.